Cerró la casa de deportes que funcionaba en el local del ícono porteño y bajó las persianas otra vez.

El local que supo albergar a la tradicional y, declarada Bar Notable, confitería Richmond está en alquiler: piden 900.000 pesos por mes, a lo que hay que sumarle $ 88.000 de expensas.

Casi un millón por un inmueble que alguna vez fue un ícono porteño: entre 1917 y 2011 funcionó la confitería. Después, en medio de una polémica por el cambio de uso, fue ocupado por la sucursal de una casa de deportes. Pero la tienda deportiva cerró y el local está nuevamente vacío y en busca de un nuevo destino.

Luego de la época dorada del bar, ya en los últimos años, la actividad había decaído y sus dueños vendieron el local a un grupo inversor en US$ 9 millones. En la Legislatura porteña trataron de impedir el cierre declarando a la Richmond “sitio histórico”, pero aún así bajó la persiana el 15 de agosto de 2011.

Pero las leyes que preservan a la Richmond sólo impiden modificaciones edilicias, pero no la protegen de un cambio de rubro. Fue por eso que la firma Just for Sport se hizo cargo del local y encaró una obra de restauración siguiendo algunas exigencias planteadas por el Ministerio de Cultura. Básicamente, que debía quedar algún sector que recordara a la confitería. Cuando abrieron la sucursal, en agosto de 2014, en la antigua barra había un par de máquinas para cápsulas de café. Junto a ella dejaron ocho mesas originales, con sus respectivos sillones y sillas tapizados en cuero. Pero ya nadie se detuvo a tomar café.

La inmobiliaria Paredes Brokers publicó algunas fotos del local en las que se ven las columnas de base dorada, la boiserie de roble de Eslavonia, las arañas holandesas de bronce y opalina y un par de mesas y unas pocas sillas. Y el nombre «Richmond» de la marquesina, que es lo único que queda de la antigua confitería. Eso y un cartel en la fachada que anuncia “Salón de Té. Cocteles”, como una invitación a un pasado que ya no existe.