“Es impresionante. Era la jugada maestra y por ineficiencia salió así”, se escuchó decir, con evidente frustración, cerca de Santiago Caputo, minutos después del tan esperado encuentro entre Javier Milei y Donald Trump en la Casa Blanca. Lo que debía ser un gesto de fortaleza política y una señal de estabilidad para los mercados terminó convirtiéndose en una tormenta financiera y política que golpeó al oficialismo.
El Gobierno esperaba que la bilateral con el mandatario estadounidense trajera alivio al dólar y calma a los inversores. En cambio, las declaraciones de Trump —que condicionaron el apoyo financiero norteamericano al resultado de las elecciones legislativas del 26 de octubre— hicieron desplomarse los bonos y el valor del peso, generando desconcierto en la Casa Rosada.
La jornada, que debía cerrar con optimismo, derivó en reproches internos y acusaciones cruzadas. “El día en que esperábamos solo buenas noticias desde Washington, terminamos otra vez apagando incendios”, reconoció con fastidio un funcionario cercano al Presidente.
Durante la tarde, los equipos económicos y de comunicación del Gobierno activaron gestiones de emergencia para calmar al mercado. Hubo contactos reservados con bancos y operadores, además de una seguidilla de publicaciones en redes sociales —incluida una de Milei— intentando aclarar la interpretación de las palabras de Trump. “Mañana se van a tranquilizar los mercados. Ya está todo aclarado. La plata va a estar”, confió un alto funcionario, aunque admitió que el escenario era imprevisible.
Sin embargo, dentro del oficialismo no todos miraron hacia afuera. Varios dirigentes apuntaron contra el canciller Gerardo Werthein, responsable de la agenda bilateral. Lo acusaron de no haber preparado adecuadamente el encuentro ni advertido a Trump sobre el carácter de las elecciones argentinas. Según trascendió, en los despachos libertarios hubo malestar, incluso en torno al propio Milei, por lo que algunos calificaron como “una falla diplomática evitable”.
El malestar también se trasladó al ala política. Daniel Parisini, conocido en redes como “Gordo Dan” y parte del círculo de confianza de Santiago Caputo, publicó mensajes críticos hacia la Cancillería. En privado, otros funcionarios reclamaron “un tirón de orejas” para Werthein, mientras recordaban que no era la primera vez que ocurría un traspié comunicacional con funcionarios extranjeros.
A pesar del caos, en la Casa Rosada intentaron proyectar una imagen de control y optimismo. Confiaban en que las declaraciones aclaratorias de Trump en su red Truth Social —donde reiteró su “apoyo total” a Milei y su deseo de que la Argentina “no retroceda al socialismo”— sirvieran para contener el impacto económico.
También se sumaron a la ofensiva comunicacional Santiago Caputo y Karina Milei, quienes interpretaron los dichos del líder republicano como una advertencia a futuro, no una amenaza inmediata. “Clarísimo el Presidente Trump: si en 2027 la Argentina retrocede, Estados Unidos dejará de apoyarnos. Tenemos una oportunidad histórica, no la dejemos pasar”, escribió Caputo en X.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, reforzó esa idea: “El apoyo de EE.UU. se da porque hoy Argentina defiende las ideas correctas. Si volviéramos al socialismo, nada de esto pasaría”.
Pese a los intentos por recomponer la narrativa, lo cierto es que la reunión con Trump, pensada como la gran carta del Gobierno para blindar la economía y fortalecer la campaña, terminó generando el efecto contrario. En medio de la volatilidad cambiaria y la incertidumbre electoral, la diplomacia mileísta enfrenta ahora su prueba más dura: reconstruir la confianza sin admitir el error.