Luego de la segunda huelga general en cinco meses, directivos cegetistas retomaron los contactos con referentes libertarios. Hubo promesas de reuniones reservadas con un telón de fondo: la mayoría de los dirigentes gremiales quiere evitar un paro de 36 horas.

La CGT ya descolocó al Gobierno con un récord de dos paros generales y tres movilizaciones callejeras en 154 días de gestión y también negoció con funcionarios, aunque de manera solapada: por eso el oficialismo accedió a recortar la reforma laboral incluida en la Ley Bases y a flexibilizar la negativa a homologar paritarias como las del Sindicato de Camioneros que excedían los topes oficiales.

La amenaza de paralizar el país durante un día y medio surgió de la izquierda, enarbolada por el ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, y prendió en el sindicalismo kirchnerista. Pero el sector dialoguista de la CGT, y aun algunos moyanistas, entienden que no tienen margen para concretar una nueva medida de fuerza. “Golpear para negociar” fue el lema del líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor a fines de los años 60 para explicar la estrategia de protestar y luego sentarse a pactar con el dictador Juan Carlos Onganía. Si de esas tratativas surgió la Ley de Obras Sociales, que le dio al sindicalismo el armado y la administración del sistema sindical de salud, ¿por qué no hablar ahora con Milei?

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